martes, 7 de agosto de 2007

Olor a humanidad

Harare, 7 de agosto



Victoria Falls



Great Zimbabwe

Nos quedamos sin ordenador. La pantalla se rompió al subir al autobús que hace el trayecto de Bulawayo a Masvingo. Eran las tres de la mañana. Fuimos con una hora de antelación con el fin de conseguir asiento. Cuando llegamos a la estación el autobús estaba casi al completo, sólo algunos huecos en el pasillo. La gente se amontonaba en la puerta intentando subir. Nos metemos entre ellos; es una masa humana con una fuerza tremenda; defendiéndome con los codos consigo agarrarme al borde de la puerta. Veo a Alberto haciendo otro tanto e intentando no perderme de vista. Tanteo con el pie para buscar el peldaño y en ese momento oigo llorar a un niño, no le había visto, está delante de mí, separo un poco los brazos para que pueda subir y parece que nos hubieran desatrancado igual que se desatranca una bañera; incluso creo oír un plof como si algo de aire saliera de esa pelota humana que formamos. Momento este que es aprovechado para que dos niños más se cuelen entre mis brazos empujados por un par de manos. Consigo subir, el macuto se engancha, me lo quito y lo arrastro dentro del autobús, no sé si mi falda, que me llega a los tobillos, está entera... Alguien dirá: y cómo se le ocurre llevar una falda larga en esas circunstancias. Pues muy sencillo. Estos autobuses además de no tener horario y salir cuando ya no cabe un alma en ellos, no paran en todo el recorrido más que para cambiar de viajeros, y no sabes si tu cuerpo se va a portar de manera responsable aguantando seis, ocho, nueve horas sin cumplir con sus necesidades más primarias, y sucede que los pantalones no son nada discretos. Recuerdo los charquitos que había en el autobús que tomamos en Victoria Falls cuando llegamos a Bulawayo, final de trayecto.





Hoy, camino de Harare voy sentada, tuvimos suerte, quedaban dos asientos cuando subimos al autobús. Huele a humanidad, pero no me resulta desagradable. Me gusta sentirme parte de esta masa humana. Me encuentro muy a gusto en este país. Sólo un dos por ciento de la población son blancos o asiáticos, el resto son negros. Negros guapos, alegres, con un bien desarrollado sentido del humor, amigables, espontáneos. Viajar por Zimbabwe es viajar inmersa en la vida cotidiana, en este agradable olor a humanidad, apretaditos unos junto a otros como buenos amigos de toda la vida. Y de eso se trata, de viajar inmersa en la vida cotidiana. Volverte loca para poder comer porque en este país las tiendas apenas tienen nada y la mayoría de los restaurantes están cerrados; un país donde el valor del dinero es diferente cada día y en el que el euro que cambias en la calle por 180000 dólares de Zimbabwe te lo compran en los bancos por 340. Me faltan datos para llegar a una conclusión clara sobre esta forma de dirigir la economía por parte del gobierno pero no veo miseria en la calle ni en las carreteras, tampoco grandes diferencias en la ropa, los coches... Podría ser que el gobierno quisiera sacar adelante el país mediante un gran apretón de cinturones. La renta per capita del año pasado estaba entorno a los 500 dólares, las estimaciones para el 2007 están en torno a los 1500. Acopio de divisas, los bancos no venden, sólo compran, precios muy bajos en el transporte, la comida... Lo innecesario es otra cosa. Ayer una tableta de chocolate me costó lo mismo que un billete para un trayecto de 200 kilómetros. Recuerdo lo que leí sobre Jerry Rawlings, que tomó el poder en Ghana en 1979 y devaluó la moneda progresivamente consiguiendo, eso sí, a costa de una generación que sufrió el desempleo y el recorte de los servicios sanitarios y educativos, sacar la economía del país adelante y llevarlo a una democracia en cuyas primeras elecciones, en 1992, resultó vencedor.
Los parámetros de occidente no parecen servir mucho para entender los problemas de África y buscar soluciones. Los esquemas políticos no se pueden aplicar así sin más como solemos hacer en occidente; este continente es distinto. Desde esa supuesta posesión de la verdad respecto al funcionamiento del mundo no tenemos en cuenta la idiosincrasia, las creencias, la psicología de los africanos; y tampoco la historia más allá de la de la colonización a la que se acude siempre como causa histórica de los problemas africanos. El libro África camina, de Patrick Chabal y Jean Pascal Daloz, que empiezo a leer ahora analiza la situación del continente desde una perspectiva diferente de la habitual, acudiendo a esas cualidades e historia propias y distintas de África, en concreto del África subsahariana, otra cosa sería la referencia a los países que han tenido una mayor influencia árabe en su historia y en la actualidad.


Y ahora, camino de Harare, recuerdo a los turistas de Victoria Falls y pienso que está bien, es bonito ver las cataratas, los parques naturales, los museos, el desierto... pero a mí me faltaría esta vida cotidiana que huelo, veo, toco y escucho en los autobuses, en los restaurantes y en las calles de Zimbabwe.




Great Zimbabwe

1 comentario:

Anónimo dijo...

Espero que tus cataratas sean tan interesantes como tú.No te habrás encontrado con el doctor Livingston,supongo.Anyway it´s a wonderful place and the people are really cool.One kiss Ana