lunes, 2 de abril de 2007

Del modo debido

Alpes italianos

El movimiento se demuestra andando, decía el refrán. Pero no indicaba si hacia delante, hacia atrás o dando saltitos en el mismo sitio. Mientras que los de a pie solemos vivir hacia delante, caminar sin rodear ninguna rotonda e intentar que las callejuelas por las que a veces nos perdemos desemboquen siempre en la calle principal, la política da saltitos y la Iglesia toma la decisión de caminar hacia atrás.


De pequeña la misa se me hacía eterna; no entendía nada de lo que el sacerdote decía a lo largo de aquel tiempo interminable −a mí me parecían horas− que duraba la celebración. Me dolían las rodillas, me distraía, me reía −mi compañera de a lado me decía: no te rías que se mueve el banco−. A veces una monja me sacaba de la capilla hasta que se me pasaba la risa. Recuerdo que en una ocasión fui a comulgar sin acordarme de que había desayunado; en el recreo −veo nítidamente la escena− habría querido que me tragara la tierra porque no llevaba el bocadillo de torreznos que mi madre me preparaba a diario: prueba irrefutable de mi pecado cometido al comulgar con el estómago lleno. La misma sensación de culpa que cuando se me quedaba pegada la hostia en el paladar y me tenía que meter el dedo para despegarla: ¡sacrilegio tocar el cuerpo del Señor! Las lecturas de los ejercicios espirituales me confirmaban que el infierno existía no sólo para las personas mayores, sino también para los niños de mi edad si nos moríamos de repente sin habernos confesado de haber mentido o de haber desobedecido a nuestros padres.

Años después me casaba vestida con mi atuendo de todos los días en una ceremonia en la que mi pareja comentaba el Evangelio y un grupo de chavales del barrio cantaban acompañados por un par de guitarras. En nuestra casa, sentados en el suelo, sobre la alfombra se celebraban Eucaristías con el pan y el vino que comprábamos en el mercado que había unas calles más arriba. Pertenecíamos entonces a la Comunidades Cristianas Populares: reuniones semanales en las que se hablaba de lo humano sin perder de vista lo divino, de la vida diaria nuestra y de la comunidad; participación en asambleas, encierros, asociaciones de vecinos; lucha por los semáforos del barrio, por la creación de guarderías; colaboración en la alfabetización de los gitanos del Cerro de la Mica, en el actividad del cineclub del barrio...

Estany Negre, Aigües Tortes

La vida iba hacia delante. Mis valores, poco a poco, también; el sentido de la libertad cuestionaba la negación del derecho a una sexualidad libre, al divorcio, a la unión de pareja frente al matrimonio institucionalizado y, más adelante, al aborto, a la eutanasia. El valor que dábamos a la justicia chocaba con las pompas (alguien dijo que las pompas siempre son fúnebres) de la Iglesia frente a la pobreza contra la que luchaban personas como Helder Camara o el Padre Llanos.


Hace siete años, en Guatemala, coincidía con la visita del Papa. Entonces escribí lo que sigue.


“El Papa ha llegado esta tarde a Guatemala. Viaja en un avión llamado Mensajero de la esperanza. Las imágenes de los televisores de las tiendas de electrodomésticos se mezclan en mi retina con las de la calle. Un anciano decrépito es prácticamente arrastrado por un sacerdote y un obispo, le sientan y le ponen el bonete que ha perdido por el camino, los niños de Petén suben descalzos al autocar vendiendo agua, quesadillas, platanitas..., el tráfico es ensordecedor, Ríos Montt, presidente del congreso, exdictador asesino espera al Papa bajo un palio; una jovencísima mujer con tres chiquillos baja del autobús, lleva una falda que quiere ser de domingo a pesar de las manchas de grasa y los tonos descoloridos, los soldados desfilan portando la bandera guatemalteca, un olor a humo me invade, me gusta, procede de una anciana que se apretuja a mi lado en un autobús repleto de gente, cinco policías chequean frente al hotel a dos muchachos sucios y descuidadamente vestidos, los restos defecados de la cena de alguien flotan en el water común del hotel al que nos llevan las prisas de la noche en que llegamos a Guatemala, el avión Mensajero de la esperanza aterriza en Guatemala: “Cristo os ama”, a Ríos Montt, a los niños de Petén, a los muchachos delincuentes de Guate..., no deben perder la esperanza, deben seguir procreando todos esos hijos que Dios les mande y que se darán de puñetazos en la Plaza Mayor de Guate, irán descalzos, no podrán asistir a la escuela gratuita porque a esa hora estarán vendiendo fruta en las calles y autobuses. Tened esperanza, el Papa rezará por vosotros.

Guatemala, visita del Papa

Es de noche, los puestos de fruta, de comida, siguen en la calle, se oyen las notas de una ranchera, el ruido del tráfico continúa ensordecedor, las calles están animadas, la gente pasea, cena en los chiringuitos, los televisores se apagaron... la vida continúa.”


Ahora Ratzinger, Filósofo y Teólogo, dice que el infierno existe y además es eterno; desconfía de la música rock a la que, supuestamente, identifica con Satanás; quiere volver a la liturgia del latín; considera la indisolubilidad del matrimonio, la familia fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer como “valores innegociables” y afirma que el aborto y la eutanasia son “intrínsicamente demoníacos".

Hoy el Arzobispo de Madrid decide cerrar la parroquia vallecana de San Carlos Borromeo, de la que son responsables los sacerdotes Enrique de Castro, seguidor del Padre Llanos y también Filósofo y Teólogo, Pepe Díez y Javier Baeza para convertirla en un centro social regido por Caritas "con el fin de mantener y potenciar del modo debido el servicio a los pobres". Del modo debido, esa es la cuestión: del modo debido.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Un texto muy apropiado para la Semana Santa.¡Siempre llevando la contraria! Está bien enterarse de esas historias pasadas que suelen contarse en momentos de sobremesa. Ahora en un blog. Cambia el formato, pero al menos está la historia.Me gustaría encontrar más textos así.
Lucía

Anónimo dijo...

Seguiré, seguiré llevando la contraria.
¿Echas de menos las historias de sobremesa?
Agradecida por que hayas inaugurado mi blog.
Bienvenida, Lucía.

Anónimo dijo...

Ayer estuve en la liturgia del Viernes Santos, una peque;a ciudad de Filipinas. Todo sigue igual en este universo. Administran la Tierra como si fuera su propio convento. Quise escribir algo sobre el asunto, algo parecido a esto de Guatemala, pero no me dio el animo para tanto. Gente aburridisima que debe su existencia, solo y exclusivamente a la ignorancia de los que los sustententan. En realidad se parecen a esas momias con las que en alguna vez nos tropezamos en algun museo del desierto de Atacama.

Anónimo dijo...

Definitivamente nos lo ponen muy difícil a los que decidimos en su día seguir considerándonos cristianos (primero por inercia y convencionalismos y luego por convicción). ¡Cuánto daño hace la Iglesia a las personas de a pie!
De momento, no tengo intención de borrarme, como otros amigos (a los que , por cierto, les ponen muchas trabas), pero voy abandonando poco a poco.
Me alegra sumarme a "tu mundo". Gracias. Inma

Anónimo dijo...

Leo tu acertadísimo comentario sobre Ratzinger y enseguida me voy a un artículo que recibí de alguien muy cercano que ha escrito esto en un periódico.
Me entristece constatar que hay gente que pasa por la vida sin darse cuenta de que la vida es otra cosa, que lo que ellos creen está tan lejos de Jesucristo...
Gracias Victoria porque te acercas a mis pensamientos. Aquí va el texto. El que lo escribió me entristece...porque es mi hermano.


Mañana cumple años el Papa, y son tantos y es tan pesada su carga que el sentimiento espontáneo de piedad se traduce en una exclamación: “¡pobre Papa!”...

En efecto, ¡pobre Papa! Al ser elegido para guiar a la Iglesia, hace dos años, tenía veinte más que los de su antecesor cuando comenzó su pontificado. ¡Pobre Papa!, que soñaba con dedicarse a estudiar, a pensar, a escribir, a rezar... y tiene que llenar muchas horas de su día escuchando interminables discursos, y estudiando y resolviendo problemas a granel. ¡Pobre Papa!, que es la diana del tiro al blanco de muchos que no comprenden su misión y no tienen ningún interés en comprenderla...

La lista de motivos de compasión puede ampliarse, pero quien tenga la suerte, un miércoles cualquiera, de encontrarse en la Plaza de San Pedro cuando habla Benedicto XVI, sentirá que se despiertan en él otros sentimientos..

De agradecimiento a Dios, el primero, porque sus elecciones superan maravillosamente los cálculos -¡tan errados!- de los hombres (imposible un Papa alemán; imposible que sea Ratzinger...) De admiración, enseguida, por el número de personas que reúne el Papa en cada audiencia, entre 20 y 30.000, más que Juan Pablo II (la Verdad atrae en cualquier idioma). De asombro, por el contraste entre el tono suave de su voz, y la profundidad y firmeza de sus conceptos (la Verdad no es gritona). De adhesión a las enseñanzas de Jesucristo, del cual predica con cálida y transparente sencillez, frutos de su vida de oración y de su inteligencia excepcional (la Verdad mueve al abrazo).

Y un sentimiento de orgullo por pertenecer a la Iglesia Católica, que después de un Papa santo tiene ahora en el timón a un enamorado de la Verdad que, al cumplir años en el 2007, estrena por cuarta vez la juventud de su amor. Por esto, la Iglesia reza para que el Señor nos lo conserve y le dé larga vida y lo haga santo... y para que le seamos fieles. Amén.