Nuestra casa rodante
Durante varios años viajamos en un R4 furgoneta. Los fines de semana, vacaciones, cualquier posibilidad de viajar la aprovechábamos. Estaba preparada para cocinar, dormir y cobijarnos en los días de lluvia. Todo estaba distribuido ajustadamente, imposible desperdiciar un milímetro. Era una obra de arte en la que la imaginación y la precisión se unían.
Marruecos
Su primer viaje fue a Yugoslavia; entonces aún no habían nacido los mellizos y Guille compartía el asiento trasero con un par de amigos, Ricardo, especializado en beberse la leche de Guille y Santiago al que recuerdo dando órdenes de cómo debíamos poner la tienda mientras con las manos en los bolsillos se paseaba tranquilamente mirándonos trabajar. En una moto viajaban Ángel y un amigo suyo que militaba en la ORT y que daba por supuesto que yo, única mujer de la expedición, iba a cocinar para todos día tras día; en Sete, la primera parada que hicimos, cayó bruscamente, y no por propia iniciativa, en la cuenta de que aquello no iba a ser así.
Dos años después Mario y Lucía comenzaban a explorar el mundo más allá de Asturias donde un año antes habían nacido. Cruzamos el desierto norteafricano. Por aquel entonces no había pañales en los comercios de Argelia y teníamos que lavar los de tela, nuestras coladas eran fabulosas; tanto como lo era la amabilidad de la gente del desierto y el mosconeo de los chavales alrededor del coche. Luego vino la diarrea de Mario, el médico en Sfax y los días de descanso junto al mar en una playa de Túnez.
También con ella viajamos a Escandinavia donde comprábamos la comida mirando los precios en lugar de los artículos; Holanda en cuya frontera con Bélgica nos la vaciaron en busca de droga mientras los guajes, de 5 y 7 años miraban asombrados a aquellos señores que iban sacando fuera del coche los libros, los juguetes, los cacharros... y abrían la crema del sol buscando algo que tanto podía estar allí como entre sus ropas o en el azúcar o la sal.
Pirineos, Portugal, París...
Su último viaje fue un recorrido por los Alpes, Austria e Inglaterra. De entonces son las imágenes de un Munich en el que durante siete días llovió a cántaros y de nosotros cinco metidos en nuestra casita rodante jugando, leyendo o escribiendo en una máquina que milagrosamente encontró su hueco entre los triciclos, camiones y la guitarra de Guille que ya hacía sus pinitos musicales.
Al año siguiente Lucía y Mario habían crecido como para no caber en los estantes traseros que fueron sus camas durante aquellos ocho veranos.
2 comentarios:
Fantastic!
Spanish (language) stuff...
I'd love to go camping in a campervan like that!
So, cheer up. It is worth
Regards
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