Gorjeos de adolescentes
dirigiéndose unas a otras con alegría, corrección y sonrisa permanente made in travel. Esta gente que viaja es endiabladamente feliz, o eso aparenta al menos. Y también son tremendamente educados a la hora de dirigirse al viajero con el que se cruzan: hello, hy, morning... con un acento cantarín de vecino de youth hostel. Otra cosa es cuando se sientan en la mesa común a desayunar: restos de mantequilla, de mermelada, gotas de café, cuchillos pringosos junto a la jarra de leche ¿quién les limpiará los restos de comida en su casa? Llegan todas (o todos y todas) juntas en un camión adventure tours. Se bajan gorjeando como una bandada de pajaritos. Llevan guía, cocinero; cada mañana saldrán gorjeando hacia el trocito de desierto que toca ¿termiteros? ¿aves? ¿dunas? más la posibilidad del quad, el.... traduzcamos, mi memoria no retiene tanto término deportivo, muévete a vela por el desierto, lánzate en patín desde lo alto de las dunas, esquía en la arena, súbete diez minutos a una tabla de surfing. Turismo de élite porque estas jovencitas no tienen aún edad de sacarse las pelas por sí mismas (salvo una o dos todas son blancas como la leche), así que tienen que estar subvencionadas por los papis. 
¿Y por qué cuento todo esto? Pues no sé, porque yo había entrado en mi habitación acristalada con la intención de continuar estudiando mi historia de África; ando por la época inmediatamente anterior a la colonización, cuando en estos lugares de adventure tours todo se estaba preparando para que los alemanes se establecieran, eliminaran a dos tercios de los hereros, uno de los grupos importantes que habitaban -y habitan- lo que ahora es Namibia y para que, más adelante, los sudafricanos impusieran el apartheid creando reservas que comprendían el cuarenta por ciento de la tierra y dejando el sesenta por ciento restante para los blancos, aproximadamente el diez por ciento de la población total, afrikaners mayoritariamente (hagamos un inciso: afrikaners cuyos antepasados habían sido masacrados en campos de concentración por los ingleses; se podrían intercambiar términos, nombres y daría lo mismo), blancos que crearon nuevos medios de producción y desarrollaron la economía del país.
Ejemplos que me vienen a la memoria, pues cómo Eduardo Galeano arremetía en Las venas abiertas de América Latina contra la tasa elevada de natalidad como causa del subdesarrollo, no es un problema de superpoblación, sino de reparto, decía;o la actitud indolente de muchos de los indios bolivianos; o la rapidez con que una parte de la población autóctona del centro de África ha pasado de un primitivismo estatal a una sociedad participativa, saltándose una revolución francesa, o a una sociedad tecnológica omitiendo los cambios económicos que se dieron en Europa en el siglo XVI o con la revolución industrial por ejemplo.Y ahora me doy cuenta de que hace rato que los gorjeos de las adolescentes del adventure travel ya no se oyen y que lo que suena ahora es el viento, un viento propio del desierto de dunas doradas, suaves, onduladas, eróticas, ocultadoras de pequeños tesoros que a dos kilómetros de Swakopmund se extienden hasta unirse con la arena de la playa, arena oscura, compacta y liberadora de otros pequeños tesoros que provienen del mar. Dorado y oscuro, como la piel de los adolescentes de Namibia.



















